Hace mucho tiempo (de todo hace mucho tiempo ya desde hace tanto tiempo...) que escribí un microrrelato (estaba bien aquella época de los microrrelatos) que decía así:
Las botellas-al-mar se acumulan en las playas, pero no queda ya nadie vivo en la metrópoli para recogerlas y leer sus mensajes.
En mis diferentes experiencias virtuales, como ésta, he reflexionado mucho sobre el tipo de relaciones que se establecen, y el modo en que los mensajes (botellas a la negrura cibernética) pueden llegar o no a los destinatarios, si es que tales destinatarios existen (por no hablar del emisor). No voy a volver a teorizar, que es algo que intento hacer ya sólo bajo demanda. Prefiero escribir un breve texto, éste sí elaborado en tiempo real, ante los ojos de los concurrentes.
* * *
Judy Barton habita en un barrio de Yoshiwara al que no llegan las líneas de metro.
Cada noche, sin embargo, desciendo convenientemente pertrechado, al subterráneo, donde me saluda la estatua del Gran Topo que preside la entrada a los Infiernos, y navego por esa Venecia obscura de los canales parpadeantes.
Lo hago canturreando una melodía, ya sabes cuál, muy quedamente, pero sin parar de hacerlo, como el niño del relato de Cortázar no dejaba de llorar tras la puerta condenada.
La melodía se pierde entre el ruido de los trenes, las conversaciones de los infinitos viajeros que se agolpan en los andenes, las detonaciones y los golpes de los Agentes Letárgicos, la vida con su rumor sordo de teléfono que no acaba de decidirse a dar su timbrazo (y cuando suena ya no podemos oírlo).
Emito la melodía como el bipbip del Voyager, es un morse de palabras de amor que no osa decir su nombre. Llevo haciéndolo años, no he dejado nunca de hacerlo.
Cada mañana asciendo al otro subsuelo, al de la existencia cotidiana, y escucho. Una barahúnda que no se puede desentrañar, un caos de ecos y alaridos. Tantos bipbip como para llenar con sus puntos y rayas toda la Biblioteca de Babel en sus interminables lenguas conjeturales. No te oigo. Pero sé que llamas. No sé si a mí.
Soy el Major Tom, hitting an all time low. Soy HAL, en una desconexión lentísima que acaba siempre cantándole a Daisy. Soy esa cinta de cassette que se sale y acaba brillando en un recodo de una carretera en una meseta calcinada.No me callo. Nunca me callo. Nunca me he callado.
Tú no te callas. Nunca te callas. Nunca te has callado.
Ahora, de repente, oigo mi melodía en el amplificador de tu corazón. Yo canto la tuya. El telégrafo luminoso ha funcionado. El mensaje en la botella ha sido recibido. Glenda sabe que la queríamos tanto.
Cuéntame, quiero saberlo todo. Y yo te contaré de un país llamado Catorce.
https://www.youtube.com/watch?v=HyMm4rJemtI
https://www.youtube.com/watch?v=oCLpLWcX2cg
[No lo olviden: Comments are welcome!]
2 comentarios:
Una de las cosas por las que más me alegro de haberte 'conocido' en ese remotísimo 2007 es porque me diste a conocer música que después amé.
Esta vez es más un reencuentro, ese Calling you que fue una de mis favoritas hace tanto tanto tiempo, y que no fui capaz de volver a escuchar durante tanto tanto tiempo porque me hacía llorar, y ahora, ya más ¿objetiva? si es que eso es posible con las canciones de antaño, puedo volver a disfrutar.
Besos
Alicia
Es una gran canción, y una gran película, que me encantó en su momento y a la que, es cierto, no he vuelto hace mucho.
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