viernes, 3 de marzo de 2023

Ya sólo así

[He utilizado algunas notas de hace unos meses, pero el texto lo he compuesto ahora sobre la marcha, de manera bastante automática.]



Óscar Domínguez, Paysage cosmique

DÍA 34

Lo único cierto es la tristeza y lo lleva siendo ya mucho tiempo. Nos aferramos a ella, como a un dato indiscutible para hacer rodar la máquina tragaperras de las ecuaciones. El universo que creamos está enfermo, pero en él se alzan, en los ratos muertos del horizonte, algunas torres con forma de animales.

Reconocemos los espinazos de esos dominós en turbio equilibrio. Agotamos cerraduras. Sólo cuando estamos más fuera nos sabemos dentro de repente. Dentro de unas vísceras en las que se escucha sólo nuestra voz. El cosmos dimite, pero no tenemos modo de salir del juego. 

Hay un paisaje de estantes que recorre el palacio de la memoria. Un día empezaron a deshilacharse los libros. Ahora hay un siseo de palabras que se van disolviendo en un magma de viejas tildes, de tinta y plumas de animales extintos. 

Nunca entendimos las instrucciones de Ariadna. A cada giro nos saluda el mismo muro. Y a lo lejos los mugidos parecen un morse extrañamente suspendido en un tiempo lleno de gotas de saliva. Llevamos mucho rato ya extraviados en los pasillos de los catorce años. Cuando nos parece que se abre no se sabe qué ventanal hacia la obsidiana de la noche mineral de las entrañas, nos resbalamos en la gravilla de vidrio de la vejez.

Las paredes del laberinto están hechas de un material especial, refractario a los recuerdos. Estamos ensordecidos por su reverberación, por su largo pugilato. Los versos, jadeantes, se rompen uno a otro la mandíbula. El poema se desparrama por el suelo, duro como un cuerpo congelado.

Nos tropezamos con el ajuar transitorio de las habitaciones desordenadas del seguir vivos. Pura nostalgia coagulada, sin otra capacidad de fluencia que la del olvido.

Una y otra vez pulsamos el botón de inicio y el sueño recomienza. Somos nuevos otra vez, pero seguimos perdidos, nos siguen faltando los infinitos objetos de la partida. Nos gastamos en seguida. 

Y la voz de la tormenta no llega, y deseamos tanto destrozar el barco contra las rocas...

Al final de la jornada, en la Avenida de las Ruinas, nos espera la ballena blanca, y su canto dulcísimo. Ya no podremos volver más a la Plaza Metafísica. Ya no podremos dibujar esas estatuas. Preguntamos por nuestro rumbo, y los gestos sugieren gigantes tendidos, o flores blancas. En la radio los mensajes son equívocos, pero lo cierto es que la estación ha terminado.

Nos miramos. "Nos hemos visto en sueños", te digo, "pero no nos hemos hablado." Tú sonríes, desde tu silencio glacial y contestas: "Tampoco ahora nos estamos hablando, ni siquiera hemos empezado a elegir el idioma que usaremos". Y nuestra voz es cada vez más tenue, y parece que no nos va a servir de nada el haber compuesto juntos la canción de las sirenas.

DÍA 35

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