[Puede parecer extraño, pero cuando estoy en Barcelona, como ahora mismo, rara vez voy a ver el mar, a pesar de mi anhelo secular de él, un anhelo de gente del interior, de niño que conoció la playa como correlato de un seiscientos con una baca llena de bolsas y un viaje que obligaba a parar en algún lugar de Albacete. Mi Barcelona, la ciudad que he creado dentro de ella, tiene otras coordenadas, y otros rituales, que ejecuto con probidad y rigor, con la esperanza de que rindan sus réditos en términos de poemas y otros textos igualmente contingentes, igualmente mágicos.
El mar, en todo caso, está ahí, al alcance de la mano, y esa disponibilidad, esa posibilidad de la contemplación de los lejos, está abierta a poco que nos sea necesaria. No es, desde luego, el mar abrumador del monje de Caspar David Friedrich, que conocí en un viaje a Berlín hace ya muchos años. Pero el gesto es el mismo. El gesto del Odiseo aquel que buscaba el espejismo, que él soñaba regreso.
Al hilo de Friedrich, en 2020, escribí este texto, que ahora he modificado ligeramente para convertir en poema. Al final habrá que ir al mar, y habrá que entrar en él desnudos, y definitivos. Que los vientos nos sean propicios.]
Este mar sólo tiene una orilla:
ésta.
Este mar sólo tiene
una playa:
ésta.
Es tu playa, existe
sólo
porque existes tú,
porque la pronuncias
con tu voz,
pero cada vez es más
pequeña,
cada vez el mar
avanza.
No hay otra orilla del
otro lado,
ese paréntesis no se
cierra,
se queda dolorosamente
abierto.
Mira:
(
La playa del Eco es,
finalmente,
el Espejismo.
Levántate,
es preciso alzarse
para contemplar el mar.
Abandona los elementos
de escritura,
déjalos en tu celda de
San Jerónimo
—esas gafas sin varillas que coges por el perno con dos
dedos,
pesadas, hasta que se te cansa el brazo,
y las cañas y los tinteros—,
aléjate de ese interior atestado,
ábrete la camisa del destino,
encuentra en tu pecho el lugar de tu partida,
mira el mar,
míralo como un monstruo cuyos tentáculos te alcanzan,
y sumérgete entonces,
y vuelve a ser
ola,
vuelve a ser
nada.
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