jueves, 8 de junio de 2023

Schwindel

Mis cuadernos están llenos de anotaciones de este estilo. Son decenas de ellos, pobres de mis herederos. O pobres de mis cuadernos...

Repaso notas. El 3 de agosto del año pasado acabo de volver de mi viaje a Suiza, en el que hubo homenajes a diferentes escritores: Walser, Nabokov, Rilke, Borges... Anoto en uno de esos cuadernos la noticia de que hay un congreso sobre Nabokov en Lausanne que se celebrará a finales de junio de 2023. Entonces me parece una especie de excentricidad o sueño absurdo, pero el hecho es que acabé apuntándome al congreso y en unas semanas vuelvo a Lausanne a mezclarme con expertos nabokovianos de todo el mundo. 

Sebald y Nabokov están inextricablemente unidos para mí, y no sólo para mí. Mi reverencia por Sebald es infinita, y puede que no haya otro escritor cuya sola evocación produzca en mí sensación tan placentera. El 4 de agosto de 2022 estoy trabajando sobre él. Manejo diferentes ensayos dedicados a su obra, que he ido comprando con los años, voy hilando pequeñas investigaciones y sugerencias. Lo que transcribo aquí es una reelaboración de ese material.

Lo comparto como acto de reafirmación de mi pasión sebaldiana, y como anuncio de lo que espero que sea este verano: algo mágico y extraño.

 

[Vértigo hace referencia a la primera novela de Sebald, llamada en el original Schwindel. Gefühle. Aunque Vértigo remite, ya lo sabemos, a muchas otras cosas más. En el Vértigo sebaldiano, Stendhal y Kafka son dos protagonistas fundamentales. La entrevista de la que se incluyen algunos fragmentos fue realizada por Piet de Moor para un medio belga el 6 de mayo de 1992, y está recogida en la recopilación de ensayos sobre Sebald Saturn's Moons. W.G. Sebald - A Handbook, editada por Jo Catling y Richard Hibbitt.]



Durante décadas me concentré en el trabajo académico. Pero siempre tuve pequeños cuadernos en los que solía hacer anotaciones muy caóticas. Vértigo apareció por casualidad. Compré De l'amour de Stendhal en una librería de Lausanne. Resonó con un montón de cosas que tenía en la cabeza, porque en él se nombraban muchas ciudades italianas que me resultaban familiares de los viajes que había hecho a Italia de niño. Así, Sebald, en una entrevista de 1992.

 

Yo leí, no recuerdo si entero, Del amor de Stendhal hace muchos años en castellano, en la edición de Alianza. Hasta en tres viajes pude haber comprado De l'amour en Lausanne. No lo hice. Acabo de encargarlo [en 2022, no olvidemos la mise-en-abyme, que es, al cabo, de lo que se trata aquí] ya en Madrid.

 

Estuve por primera vez en Lausanne en 1977, a los trece años (habitación llamada trece años) en un viaje decisivo. Fue de paso, en la gare entre dos trenes. No volví hasta, ya adulto, 2013.

 

Vértigo de Sebald termina así:


2013

Fin.

 

El libro es muy anterior a esa fecha, la primera edición alemana es de 1990. Esa cifra que empieza por 2 (hubo un tiempo, no tan lejano, en que un año que empezase por 2 pertenecía a un futuro de trajes plateados y automóviles volantes, no acabo de aceptar esta normalización banal del siglo XXI) fue ubicada ahí por Sebald a partir de la conexión que establece entre Stendhal y Kafka, dos de los pilares sobre los que se asienta Vértigo y viajeros ambos por el norte de Italia, como el mismo Sebald, a donde llegaron con un siglo exacto de distancia: 1813, Stendhal y 1913, Kafka.

 

El siguiente siglo, aparentemente, lo marcaría un tercer autor, un tercer viaje o (como fue tristemente el caso) ya el puro fin, la pura nada, pues Sebald no llegó a esa fecha de su emplazamiento, no volvió al norte de Italia en 2013, ya que murió trágicamente en 2001. El año de la odisea espacial.

 

2001, 2013, 2046, 2666. Años.

 

Yo elegí justamente 2013 para viajar a Suiza y retornar a Lausanne, 36 años después de aquel 1977. Iba a recorrer los santos lugares rilkianos del Valais por primera vez, como el año anterior había ido por primera vez a Duino y a Trieste en peregrinación igualmente rilkiana.

 

Llegué tarde a Sebald, pero para 2013 ya había leído, por supuesto, Vértigo (ese ejemplar lo compré en la librería Antígona, de Zaragoza, lo recuerdo bien, y es el de Debate, no el de Anagrama) y había olvidado el emplazamiento. Ahora han transcurrido muchos años más y 2013 es ya el pasado, como lo es el 2019 de Blade Runner.

 

No he sido, creo, por tanto, el tercer escritor. No sé si habrá algún año, algún viaje, algún Sebald de un futuro (¿2113?) que se ocupará de mí. No sé si esas cosas pueden ya siquiera pensarse, si tienen sentido. Si las anoto aquí es por su vértigo.

 

En la entrevista de 1992, le preguntan a Sebald si ese 2013 es un aviso de un apocalipsis. Sebald habla sólo de la incertidumbre sobre lo que traerá esa fecha. Él nació en 1944, habría cumplido 69 años en 2013, seguramente se imaginaba vivo para comprobar su extraña predicción muda.

 

Yo nací sólo veinte años después que Sebald. Veinte años antes de mi nacimiento todavía no terminaba la Segunda Guerra Mundial. Sí, claro, toda fecha es un aviso de apocalipsis. Siempre hay un apocalipsis en curso, vigente, siempre hay otros esperando en el futuro, y venimos de tantos apocalipsis anteriores.

 

Sebald hablaría aquí de la historia natural de la destrucción, como hizo en Zürich. Sí, vigente.

 

Es en el viaje italiano de Kafka del que Sebald habla en su libro cuando tiene lugar el affaire de éste con Gerti Wasner, la suiza. Para llegar a Riva, K. pasó por Venecia. Y por Trieste.

 

Cien años después yo paseé junto al Léman por primera vez y le conté a mi acompañante (de l’amour...) el Manuscrito hallado en un bolsillo de Cortázar, pleno en espejos y dobles y nombres y, ay, Métro.

 

Finalizando la entrevista, Sebald declara: Mucha gente me pregunta: “¿por qué escribe usted todavía cuando tiene una visión tan pesimista del mundo?” Es un intento de crear pequeños estanques de atemporalidad.

 

Tiny pools of timelessness. Sí, exactamente. Nabokov no lo hubiera dicho mejor.

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